25 de enero de 2011

Fragmentos de un día de invierno



De acuerdo con un estudio realizado por la agencia Barlovento Comunicación, el consumo televisivo en España creció “de manera significativa” en 2010, alcanzando un nuevo récord. Según este estudio el consumo de televisión fue de 234 minutos por persona y día. Es decir que, en promedio, cada habitante del territorio español estuvo durante el año pasado casi 4 horas delante de la tele cada día.

La explicación a este marcado aumento en el visionado no se debe a que durante 2010 la, en general, pésima programación televisiva haya dado un vuelco espectacular mejorando de manera notable los contenidos. Nada de eso. Dicen los analistas que, también esto, es consecuencia directa de la crisis económica que paraliza a España. Con los índices de desempleo por las nubes (más de cuatro millones de parados), cada vez son más las personas que al no tener trabajo, lógicamente, disponen de más tiempo libre, tiempo que en buena parte lo pasan delante de la pantalla de TV.

Desde hace varios meses, yo también formo parte de ese grupo de personas sin trabajo. Tengo, por tanto, mucho tiempo libre pero lo cierto es que, aparte de Los Simpsons, el fútbol y algo de los informativos, no le dedico demasiadas horas a la pantalla de televisión. Aunque debo reconocer que desde la semana pasada sí que estoy pasando más tiempo frente a la tele. Y es que en la 2 de Televisión Española, de lunes a jueves de 21 a 22, ofrecen los documentales de la BBC de la serie Planeta Tierra (Planet Earth), una auténtica maravilla. Imágenes obtenidas gracias a los más recientes avances de las tecnologías ópticas y que subyugan por su belleza, esquemas narrativos y montajes que ya quisiera para sí más de una película de Hollywood, más la locución de sir David Attenborough, hacen de esta serie de documentales algo imperdible.

A esto me dedico de 9 a 10 de la noche. Una hora en la que no atiendo el teléfono ni hago llamadas, no pongo nada en el fuego y ni siquiera consulto Internet. Ya sé que suena a pose pero es la verdad. Y eso que yo, salvo los dedicados a los grandes felinos y a los tiburones, nunca he sido un gran consumidor de documentales de la naturaleza.



Los documentales de Planeta Tierra (está la película, que no la vi) tienen también un alcance que excede incluso el ámbito para el que fueron pensados. Y es que además de instruir y embelesar con sus imágenes son capaces de inducir al espectador a la introspección, de sumirlo en una suerte de letargo meditativo y cuasi filosófico. Al menos algo de eso es lo que me ha venido pasando estos días en los que el frío arremete por toda España y salir de la cama se vuelve un duro desafío.

La otra noche, por ejemplo, mientras escuchaba atentamente las narraciones de sir Attenborough, un fragmento en el que éste hablaba de “las formas de vida capaces de sobrevivir aún ante la casi total carencia de agua” me hizo pensar de inmediato en mis plantas (por herencia), las cuales, a pesar del semiabandono al que las tengo sometidas en el balcón, se las apañan de alguna manera para seguir existiendo. Seguramente estoy siendo testigo -y causante- de la mutación de varias especies que, forzadas a sobrevivir, están alterando su normal desarrollo. Es posible que en unos años los de la BBC glosen en futuros documentales la transformación experimentada por mis plantas y su impacto en la botánica, y yo aquí sin enterarme.

Medito entonces sobre esto y me pregunto si no va siendo hora de echar un poco de agua dentro de esas macetas. Pienso, pienso, pienso y lo sigo pensando. Todavía lo sigo pensando....

...También recuerdo cómo, asombrado, el locutor explicaba luego que “contra lo que se pudiera pensar, incluso ante la falta de la indispensable luz solar, hay especies animales que viven en la más absoluta oscuridad”. Al día siguiente, arrebujado en la cama, rememoro esa frase y pienso entonces en mí mismo. Me siento identificado y por un momento creo que el señor de acento británico de la tele hizo ese comentario con segundas y me lanzó un dardo a la frente. Tocado en mi orgullo, aparto a un lado de forma vehemente el triple manto sábana+colcha+edredón que me cubre, me semiincorporo y digo en voz alta: “¡Te vas a enterar, maldito inglés!”.

Lo tengo todo pensado y bien definido: en esos momentos estoy dispuesto a dar un salto acrobático para salir de la cama, correr a la cocina y prepararme un desayuno de campeones para seguidamente sentarme delante de la computadora y, taza de humeante café negro en mano, sumergirme en un frenesí de búsqueda de trabajo y envíos online de currículums.

Armo todo ese plan -que incluye sesión de gimnasio y una hora de trote por el río a la hora de la siesta- en unos pocos segundos. Convencido de la viabilidad del mismo y espoleado por las ganas de acallar a ese maldito inglés cuyas palabras envenenadas siguen repiqueteando en mi cabeza, repaso mentalmente el plan una vez más. Lo hago en nada, me toma apenas unas fracciones de segundo. Tiempo suficiente para que, con la misma vehemencia empleada poco antes, decida agarrar el triple manto sábana+colcha+edredón, volver a taparme y adoptar la posición de bicho bolita para seguir tumbado, que para eso tengo un colchón de puta madre.

Por la rendija de la ventana de mi habitación que da a la calle se cuela todavía un haz de luz. Pienso nuevamente en las palabras de Attenborough que tanto me habían soliviantado antes y me autoconvenzo de que, a fin de cuentas, no soy nadie para contradecir a todo un sir. Y mientras sigo remoloneando en la cama a la espera de que se oculte el sol, me pregunto qué cosas nuevas aprenderé en el documental que proyectan esta noche. Es decir, dentro de un rato


P.D. 1: No, no todos mis días son así. Hay parecidos razonables, pero no se trata de una rutina fija. Ya estoy más activo, retomando cosas. Y sí, estoy enviando CV y escribiendo a conocidos y a algunos contactos que me han pasado, a ver si surge algo. Además, la serie documental de la BBC es limitada, se termina en estos días. Cuando ello ocurra tal vez la introspección la encuentre mirando el techo del comedor de casa.

P.D.2: Esta noche, sin falta, riego las plantas. No quiero tener que aguantar después a los documentalistas de la BBC hurgando en mi balcón.
.