Ronaldo, el auténtico, anunció su retiro definitivo de las canchas de fútbol. Ronaldo Luíz Nazário de Lima,
O Fenomeno, ha dicho que no puede más, que se su físico tan maltratado y sometido por la lesiones y las exigencias del fútbol profesional ya no le responde, que siente dolores hasta para subir las escaleras de su casa, y que por eso abandona la práctica de un deporte que sin dudas él contribuyó a engrandecer.
Apenas ha dicho adiós y el fútbol ya lo llora.
Ronaldo decidió comunicar esta decisión, que no por anunciada deja de ser triste, el 14 de febrero de 2011. Casualidad o no, eligió el Día de San Valentín para decirlo. Justo él que con su fútbol enamoró a millones de personas y con cada crac de sus rodillas, cuando parecía que no podría volver a jugar, rompió el corazón y llenó de congoja a sus seguidores de todo el planeta.
Se va una máquina de hacer goles, un artista del juego, un tipo cuya figura, atlética u oronda, siempre inspiró pavor en las defensas rivales. Jorge Valdano aportó la que tal vez sea la mejor definición que se ha hecho de su juego. Dijo que cuando iba lanzado con el balón en los pies parecía “una manada de búfalos”. Tenía él sólo la potencia de varios delanteros y a eso le añadía habilidad, intuición y clase en iguales proporciones.
Su
palmarés es asombroso. Lo ganó prácticamente todo en los clubes que jugó y con la selección brasileña. De los títulos grandes a nivel clubes sólo le fueron esquivas la Champions y la Libertadores, competición esta última en la que se estrenó recién en el ocaso de su carrera y cuando ya había dado lo mejor de sí mismo, que fue muchísimo.
Con la selección de Brasil se hizo un asiduo de las finales de los mundiales. Participó en tres de manera consecutivas.
En 1994, cuando la
canarinha se alzó con el título en Estado Unidos, fue sólo un espectador. Formó parte de aquel plantel liderado por Bebeto, Romario y Dunga, pero no llegó siquiera a debutar.
En 1998 perdió ante la Francia de Zidane un partido que no debió jugar. Minutos antes de iniciarse el encuentro sufrió espasmos y se desvaneció en los vestuarios. Dicen que pudo haber muerto ese día. Dicen, también, que Nike, patrocinador de la selección brasileña y del propio
Ronnie, presionó para que disputara el encuentro. Nunca quedó claro realmente qué fue lo que pasó en aquel vestuario de Saint-Denis.
Ese incidente fue premonitorio: a partir de allí se inició un verdadero calvario en la carrera futbolística de Ronaldo que sufrió dos graves lesiones de rodilla jugando para el Inter. Esas lesiones, como él mismo dijo, le quitaron “tres años de carrera”. Pero llegó a tiempo para disputar el Mundial de Corea-Japón en 2002. Resurgió cuando pocos creían en semejante proeza. Al fin pudo conseguir un título dentro de la cancha, siendo además el goleador y el mejor jugador del campeonato.
Cuatro años antes, en la final disputada ante Francia, sólo pudo deambular sobre la cancha, afectado por aquel desmayo. En cambio la final de 2002 ante Alemania fue muy distinta. Tanto que Ronaldo anotó los dos goles que le dieron la victoria a su selección. Recuerdo que en aquella oportunidad me supo mal el resultado. Siendo argentino quería que la final la ganaran los alemanes. Sin embargo hoy, con bastante retraso, me alegro que haya ganado Brasil. Y es que hubiera sido demasiado injusto que Ronaldo terminara su carrera sin haber ganado un título mundial dentro del campo de juego.
Crack. Ronaldo fue grande dentro y fuera de las canchas, y hasta en las discotecas. Fue tan grande que incluso apareció en Los Simpsons.
Tuve también la enorme suerte de haberlo visto al menos una vez en la cancha en vivo y en directo. Fue en un partido de liga contra el Valencia disputado en Mestalla. En aquel Madrid jugaban Zidane, Raúl, Beckham y Roberto Carlos. En esos días Ronaldo no estaba bien físicamente y estaba falto de ritmo futbolístico. Se pasó la mayor parte del partido viéndolo desde el banco de suplentes, hasta que lo mandaron a calentar.
En el momento en que, remolón como siempre, salió a correr la banda, todas las miradas se dirigieron a él. Los decibelios, de repente, bajaron notablemente, como si la gente hubiera dejado de hablar por un brevísimo instante. Y a eso le siguió, también en tono rebajado, un rumor incesante acompañado de multitud de movimientos de cabeza orientados hacia donde estaba Ronaldo:
O Fenomeno se preparaba para saltar al césped. Los hinchas del Valencia sintieron un temor reverencial, conscientes como eran de que con él en la cancha podía pasar cualquier cosa.
Esa sensación se hizo rápidamente extensiva al equipo local cuando Ronaldo se sumó al partido. De manera automática la defensa valencianista retrocedió cinco metros. Tal vez fuera una orden de Roberto Ayala, quien por entonces lideraba la zaga ché y a lo largo de su carrera, sobre todo a nivel selecciones, había sufrido en carne propia al maravilloso delantero con dientes de conejo.
Yo estaba en la bandeja superior detrás del arco hacia el que Real Madrid atacaba, así que me dediqué a observar detenidamente los movimientos de Ronaldo mientas estuvo en la cancha. No hizo gran cosa en los minutos que disputó. Como la manada de búfalos que era se dedicó a pasear y a pastar por la zona de ataque, su hábitat natural, y a lanzar alguna de sus estampidas características. En una de ellas, se internó en el área rival y sólo lo pudieron parar cometiéndole penal. Lo lanzó él mismo y lo detuvo Santiago Cañizares. No hubo final tipo película de Hollywood.
Si a mi permanente relación de amor-odio que tengo con el Real Madrid le sumamos que estaba rodeado de hinchas del Valencia, se entenderá que haya festejado el fallo de Ronaldo. Sin embargo así como hoy me alegro de que Brasil haya ganado el mundial de 2002, también me lamento de aquel penal desperdiciado. Si Cañizares no lo hubiese detenido, hoy podría decir que presencié en directo al menos una de las conquistas de un crack que anotó 420 goles a lo largo de su carrera.
Ya no volveremos a ver a Ronaldo en una cancha vestido de jugador, aunque siempre nos quedarán la memoria, los videos y YouTube. Uno de los mejores futbolistas de la historia, una verdadera leyenda, ha dicho adiós. No queda más que agradecerle por tanta magia. Como pequeño homenaje, me pongo de pie -literalmente- para escribir y decirle “¡Gracias por todo, maestro!”.
P.D.: Hay dos cosas que le agradeceré eternamente a César Luis Menotti: la conquista del Mundial de 1978 cuando dirigía a la selección argentina, y su decisión de que Boca no fichara a Ronaldo.
En 1994 todo Brasil asistía asombrado a la habilidad y capacidad goleadora de un pibe que por entonces llamaban Ronaldinho y jugaba en el Cruzeiro. En Argentina Boca se preparaba para disputar la copa Libertadores y había decidido reforzarse. Y cuando tenía prácticamente cerrada la compra del delantero brasileño, Menotti, por entonces técnico del club argentino, le bajó el pulgar a la transacción y le dijo a los dirigentes que mejor se gastaran ese dinero en el colombiano John Jairo Tréllez.
Sus jefes le hicieron caso. Boca fichó a Tréllez, un futbolista que gran parte de los hinchas boquenses ni siquiera recuerda (y hacen bien), y Ronaldo fue transferido al PSV de Holanda, donde comenzó su camino a la gloria.
Como hincha de River, da miedo pensar lo que hubiésemos tenido que sufrir con Ronaldo vistiendo la camiseta del archirrival. Si algún día tengo la suerte de cruzarme con Menotti, no duden de que le daré un sonoro beso en la frente y un abrazo del alma por aquella decisión.
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