Acusador. Según Berlusconi, el aumento de la delincuencia en Italia está relacionado con la llegada de inmigrantes.
Mencionaba en el post anterior el tratamiento interesado que de la inmigración irregular hacen algunos políticos en España y en otros países europeos, políticos que en pleno contexto de crisis económica y social aprovechan la oportunidad, con declaraciones y anuncios de medidas xenófobas y populistas, para avivar el miedo al extranjero con tal de mejorar sus perspectivas electorales.
En eso estábamos cuando va Silvio Berlusconi, el primer ministro italiano, y equipara, sin cortarse ni un pelo (de esos postizos que lleva), inmigración con delincuencia. No se trata de otra tantas declaraciones excéntricas ni de una de sus clásicas bufonadas. Ha sido una declaración deplorable, rastrera y absolutamente irresponsable, sobre todo si consideramos la creciente tensión que se vive en Italia con este asunto, y que muchos políticos no hacen más que alimentar.
Hace pocas semanas hubo un ataque directo a inmigrantes en el sur de Italia. Y en varias ciudades del norte del país ya existen “patrullas ciudadanas” que se encargan de recorrer las calles y, so pretexto de mantener la seguridad, acosar a los inmigrantes y expulsarlos de esas ciudades. Si a eso sumamos los campamentos de gitanos rumanos y los intentos de expulsiones masivas de éstos del país, nos podemos aproximar un poco a la situación que se vive en Italia.
De ahí que las recientes manifestaciones de Berlusconi resulten tan desafortunadas y reprochables. “Menos inmigrantes, menos criminalidad”, dijo el primer ministro. Y se quedó tan ancho.
Tiene gracia que justamente una gran parte de los italianos, que han emigrado hasta el último rincón del planeta a lo largo de la historia, se quejen ahora de los que emigran a su territorio. Y por otra parte, tiene su gracia también que Berlusconi hable de criminalidad, justo él, que viene acumulando causas en su contra por todo tipo de delitos y de las que se libra haciendo leyes a medida que le garantizan la impunidad. Lo cual indica la catadura moral y ética de la mayoría de los parlamentarios italianos, que han ido aprobando una tras otras las leyes a la carta de Il Cavalieri (según la contabilidad del Partido Demócrata la última ley de inmunidad aprobada por el Parlamento italiano es la deminovena ley a medida fabricada en 16 años por los tres Gobiernos de Berlusconi para conseguir su inmunidad judicial).
Declaraciones como las de Berlusconi o iniciativas como las del Ayuntamiento de Vic en Barcelona no contribuyen a la gestión adecuada de un tema tan emotivo, complejo e inestable como lo es el de la integración de los millones de inmigrantes establecidos en suelo europeo.
Sería lindo creer que se trata de casos aislados y que no se repetirán, pero todo hace pensar que esto no ha hecho más que empezar, y conforme se acerquen las citas electorales y la sombra de la crisis económica se siga extendiendo, la inmigración seguirá utilizándose como arma arrojadiza.
Para leer más:
Diez falsos mitos sobre los inmigrantes
"Ha calado la idea estúpida de ser una fortaleza"
El fascismo despierta en Italia
En eso estábamos cuando va Silvio Berlusconi, el primer ministro italiano, y equipara, sin cortarse ni un pelo (de esos postizos que lleva), inmigración con delincuencia. No se trata de otra tantas declaraciones excéntricas ni de una de sus clásicas bufonadas. Ha sido una declaración deplorable, rastrera y absolutamente irresponsable, sobre todo si consideramos la creciente tensión que se vive en Italia con este asunto, y que muchos políticos no hacen más que alimentar.
Hace pocas semanas hubo un ataque directo a inmigrantes en el sur de Italia. Y en varias ciudades del norte del país ya existen “patrullas ciudadanas” que se encargan de recorrer las calles y, so pretexto de mantener la seguridad, acosar a los inmigrantes y expulsarlos de esas ciudades. Si a eso sumamos los campamentos de gitanos rumanos y los intentos de expulsiones masivas de éstos del país, nos podemos aproximar un poco a la situación que se vive en Italia.
De ahí que las recientes manifestaciones de Berlusconi resulten tan desafortunadas y reprochables. “Menos inmigrantes, menos criminalidad”, dijo el primer ministro. Y se quedó tan ancho.
Tiene gracia que justamente una gran parte de los italianos, que han emigrado hasta el último rincón del planeta a lo largo de la historia, se quejen ahora de los que emigran a su territorio. Y por otra parte, tiene su gracia también que Berlusconi hable de criminalidad, justo él, que viene acumulando causas en su contra por todo tipo de delitos y de las que se libra haciendo leyes a medida que le garantizan la impunidad. Lo cual indica la catadura moral y ética de la mayoría de los parlamentarios italianos, que han ido aprobando una tras otras las leyes a la carta de Il Cavalieri (según la contabilidad del Partido Demócrata la última ley de inmunidad aprobada por el Parlamento italiano es la deminovena ley a medida fabricada en 16 años por los tres Gobiernos de Berlusconi para conseguir su inmunidad judicial).
Declaraciones como las de Berlusconi o iniciativas como las del Ayuntamiento de Vic en Barcelona no contribuyen a la gestión adecuada de un tema tan emotivo, complejo e inestable como lo es el de la integración de los millones de inmigrantes establecidos en suelo europeo.
Sería lindo creer que se trata de casos aislados y que no se repetirán, pero todo hace pensar que esto no ha hecho más que empezar, y conforme se acerquen las citas electorales y la sombra de la crisis económica se siga extendiendo, la inmigración seguirá utilizándose como arma arrojadiza.
Para leer más:
Diez falsos mitos sobre los inmigrantes
"Ha calado la idea estúpida de ser una fortaleza"
El fascismo despierta en Italia
Es preocupante la invitación que hace la derecha en Europa a asociar a la inmigración con el origen de sus males, la delincuencia entre ellos. También hacen mucho daño los que refuerzan lo "nacional" genuino, como lo hizo en su momento N. Sarkozy. Todos ellos han perdido la memoria, vulneran a los nuevos ciudadanos, les hacen pagar sus impuestos, gastar en sus economías, participar de su crecimiento cuando lo tuvieron y después los vapulean. Esperemos que el viejo continente actue como un viejo abierto y no un retrogado hermético.
ResponderEliminarBusquemos de los que piensan con apertura...
De momento, en Francia han echado para atrás el plan de Sarkozy de hacer una "radiografía étnica" de la población francesa. Tenía un tufo discrimnador importante, así que parece que hay un poco de cordura ahora. Y en Italia acaban de anunciar el carnet por puntos para inmigrantes. Creo que los inmigrantes además de derechos también deben tener obligaciones, y una de ellas es aprender el idioma y algo de la cultura y la historia del país al que emigran (además de lo que está y no está permitido hacer legalmente).
ResponderEliminarEn ese sentido, la medida no me parece fuera de lugar. Pero viendo quienes la promueven y sus antecedentges, no se pueden desatender las críticas que la oposición italiana ya está volcando sobre este anuncio, al que tachan de tener una finalidad discriminatoria para con los inmigrantes.