27 de diciembre de 2009

Cesc Fábregas, 23 minutos de fútbol total



Maestro. 23 minutos le bastaron a Cesc para tumbar al
Aston Villa y firmar una actuación antológica.




A la red. Momento en que Cesc ejecuta el tiro libre con el
que anotaría el primero de sus dos goles frente a los "villanos".


Se enfrentaban esta tarde en el Emirates Stadium el local, Arsenal, y el Aston Villa, tercero y cuarto clasificados hasta ese momento en la liga inglesa. Habiendo pinchado el día antes el Chelsea, el Boxing Day se presentaba como una gran oportunidad para ambos conjuntos de acortar distancias con el líder del campeonato. Partido importante y con mucho en juego, por tanto. Y el primer tiempo fue muy disputado, con cada conjunto haciendo gala de las señas que los distinguen: vocación ofensiva inquebrantable, juego de toque dinámico, desmarques y triangulaciones constantes por parte de los gunners; y líneas bien juntadas, firmeza en el fondo, presión constante y actitud presta para el contraataque por el lado de los villanos.

Las situaciones, aunque no demasiadas, se repartieron por ambos lados, lo mismo que la posesión del balón, a partes prácticamente iguales. El Arsenal sabía que no podía dejar pasar la oportunidad, sobre todo porque se enfrentaba al rival que a día de hoy es su mayor amenaza en la lucha por un lugar en los puestos de Champions League.

El final de la primera parte y el inicio de la segunda mostraron a un Arsenal más decidido pero al que le faltaba la claridad. Por eso, a los 12 minutos del complemento, el técnico Arsene Wenger decidió arriesgar y mandó al terreno de juego a Cesc Fábregas, que venía de una lesión muscular que lo tuvo casi dos semanas fuera. Y fue entrar el español y revolucionar el partido. No sólo eso: lo de Cesc fue absolutamente deslumbrante. Desde el momento mismo en que puso el primer pie en el césped, el encuentro dio un vuelco espectacular. A partir del juego de Cesc, el Arsenal se activó, el Aston Villa se refugió en su área olvidándose del contraataque, y el futbolista catalán no hizo más que brillar.

El de Arenys de Mar sacó el manual de estilo del futbolista total y en apenas 23 minutos dio una lección magistral de cómo se juega a este deporte. El Arsenal no puede entenderse sin Cesc, santo y seña del equipo londinense, el combinado que junto al Barcelona practica el mejor fútbol de Europa desde hace algunos años. Todas las pelotas pasan por los pies de Cesc. Corta el juego del rival, ordena tácticamente a sus compañeros, es el primero en sacrificarse cuando el contrario tiene el balón y dirige el juego de su equipo con mano de hierro. Pero no solo eso, también tiene llegada y gol.

Una vez ingresado al terreno de juego frente al Aston Villa, de manera instantánea comenzó a fluir el buen juego por el lado del Arsenal y empezaron a multiplicarse las posibilidades de gol. No importó que Cesc estuviera frío, ni que lo recomendable fuera que, viniendo de una lesión muscular, se dosificara en los esfuerzos. El futbolista catalán, ex compañero de Messi en las inferiores del Barça, no entiende de esas cosas. Es un competidor nato, y tiene la virtud de trasladar esa actitud a sus compañeros. A partir de su presencia, Nasri, Diaby y Arshavin también se encendieron. Así, a los 8 minutos de estar en la cancha sufrió una falta sobre el borde del área que él mismo se encargó de ejecutar con precisión: pelota con mucha rosca, girando y acelerándose más a medida que se acercaba al arco, haciendo absolutamente inútil la estirada del portero Friedel, de gran actuación pese a los tres goles que terminó encajando.

Cesc desquició a sus rivales, que se vieron impotentes ante el juego del catalán. Una muestra fue esa jugada en la que en un balón muy disputado en la mitad de la cancha le tiró un delicioso sombrero a su compatriota Cuéllar, que se vio obligado a tumbar al 4 del Arsenal, que se iba lanzado de cara a la portería contraria. La jugada le valió la amarilla al defensor del Aston Villa y dio todavía más alas a unos cañoneros que ya estaban desbocados en búsqueda de más goles. El segundo tanto llegó en el minuto 80. Pérdida de un balón en ataque por parte del Villa, pelotazo largo para la escapada de Theo Walcott por la banda derecha, pique de Cesc por el centro y definición perfecta ante la salida de Friedel y con tres defensas a punto de rebanarle los talones. Nunca llegaron.

En esa jugada, Cesc volvió a resentirse de su lesión y tuvo que ser reemplazado. Estuvo 23 minutos en el campo y le alcanzó para marcarse una actuación no sólo antológica sino también pedagógica: ningún entrenador de fútbol puede prescindir del DVD de esos 23 minutos de Fábregas, que deben servir para la enseñanza de la práctica futbolística. (En el minuto 91, en gran jugada personal, Diaby puso el definitivo 3-0).

Se retiró Cesc, envuelto en la ovación de la grada y de sus propios compañeros, que lo aplaudieron en la cancha. Aplausos que algunos evitaron, como los jugadores y técnico rivales, que seguro sintieron el impulso de hacerlo pero debieron contenerse; aplausos que otros muchos, miles, acompañamos desde diferentes partes del mundo frente a una pantalla de televisor.

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