Protagonistas de la serie Caso abierto (Cold Case).
Esta premisa tan sencilla permite volver a la época en la que sucedieron los crímenes, ofreciendo pinceladas del contexto sociocultural y político de los años en que se centran las historias y su contraste con la actualidad, además de las recreaciones históricas en lo que hace a escenografía y vestuario (los constantes flashbacks al pasado que se intercalan con la investigación policial en el presente son el sello característico de la estructura narrativa de la serie).
La discriminación de la mujer a mediados del siglo pasado, la segregación y el racismo contra los negros, la guerra de Vietnam o la más reciente de Irak, dramas familiares, la irrupción del hippismo en la sociedad norteamericana y muchísimos temas más han ido apareciendo en los capítulos de esta serie a lo largo de sus siete temporadas (la CBS ya ha anunciado que la serie ha sido cancelada). Y en el capítulo que enganché ayer en la tele, titulado Informativos (Breaking news, temporada 6) , abordaron justamente el mismo tema tratado en el post anterior de este blog: la idiotización de los informativos de televisión, el creciente proceso de transformación de los espacios antes dedicado a contar las noticias en simples y burdos contenedores en los que lo verdaderamente noticioso aparece disimulado entre reportajes “de color”, propaganda política e informaciones insólitas.
En el mencionado capítulo, que contaba el asesinato de Jane Everett, una presentadora de informativos que estaba a punto de dar a conocer un reportaje de denuncia, hubo referencias directas a la superficialidad de cierto periodismo, a lo que ocurre cuando la ética profesional se ve desplazada por los intereses económicos y a cómo algunos periodistas encuentran justificaciones de todo tipo para defender sus intereses y mezquindades.
Si bien la historia estaba situada en la Filadelfia de 1988, el diagnóstico que se hacía de los informativos de entonces bien podría aplicarse a los de la actualidad. En una escena, luego de ver a su hija presentando un reportaje que en realidad no era más que publicidad encubierta de unos de los principales auspiciantes del canal de televisión, la madre le recrimina a Jane, otrora fervorosa e idealista estudiante de periodismo, que se prestase a disfrazarse de leopardo para realizar ese tipo de coberturas. Y al mismo tiempo se queja de la superficialidad del noticiero. Indignada, la madre dice con tono irritado: “¡Es que no entiendo por qué han dejado de ser informativos!”, a lo que la hija, avergonzada y a la defensiva le responde con las mismas palabras que perfectamente podrían salir de la boca de Pedro Piqueras, actual director de los nefastos informativos de Telecinco: “¡¿Cuántas veces tengo que decirte que así es como funciona el negocio ahora?!”.
En otro momento del capítulo, cuando estaba siendo interrogado por los policías sobre las circunstancias del asesinato ocurrido dos décadas atrás, el que fuera entonces jefe de redacción del informativo explicaba de la siguiente forma el por qué de la deriva del espacio que dirigía hacia el infoentretenimiento: “Entonces se consideraba noticia todo lo que subiera la audiencia. A más audiencia, más beneficios; y a más beneficios, mejores vacaciones para todos”.
Pero lo más contundente estuvo en el cara a cara que la reportera, instantes antes de ser asesinada, tuvo con su jefe y ex compañero de facultad, quien le hace ver que no emitirán el reportaje de denuncia contra el principal patrocinador de la cadena. Con evidente amargura y decepción la reportera le echa en cara a su colega que “fuiste tú el que me enseñó todo sobre la ética periodística...todas aquellas lecciones que nos dabas en la época de la universidad...”. Y el otro, con un cinismo muy en boga actualmente, le responde que “los informativos ya no son lo que eran, a ver si te enteras. Sólo importan los índices de audiencia”.
Ya ni los periodistas parecen entender
en qué consiste el periodismo
Es verdad. Los informativos ya no son lo que eran. Y el periodismo ya no es comprendido ni valorado correctamente ni siquiera por muchos periodistas que viven notables confusiones, algunos por erróneos enfoques ideológicos y otros por descarado oportunismo.
En una entrevista que le realizaran recientemente, el director de Télam (agencia estatal argentina de noticias) Martín García, insinuó que prefiere contar con militantes políticos antes que con periodistas. Militantes oficialistas, obviamente. Sin dudas todo un canto a la imparcialidad. Y luego se sorprenden si algunos no queremos creer en la propaganda gubernamental (mal) disfrazada de información que difunde la amplia red de radios, blogs, canales de televisión, diarios y periodistas adscritos al kirchnerismo.
Por si fuera poco García no tuvo empacho en calificar de la siguiente manera a los periodistas: “Los profesionales son como las prostitutas, escriben mentiras en defensa de los intereses de los que les pagan”. No se sabe bien si se trató de un mea culpa, de una explicación de cómo funciona en Argentina la prensa oficialista o si sólo se trató de una crítica a los periodistas no sumisos a la maquinaria kirchnerista.
Alta estima. Para Martín García, director de Télam,
los periodistas son como las prostitutas.
En cualquier caso no deja de ser curioso que algo así lo diga un hombre que trabajó ayer para Menem, Duhalde, Cafiero y Rodríguez Saá, hoy trabaja para el kirchnerismo, y mañana quien sabe para quién trabajará. Seguramente, al igual que las prostitutas, lo hará para quien le pague, muy en la línea de los “militantes” de quita y pon que tanto se llevan en el periodismo argentino de hoy día.
.