2 de noviembre de 2010

Los imperfeccionistas


Debo confesar que tenía mis dudas, bastantes, sobre “Los imperfeccionistas”, la primera novela del inglés Tom Rachman, publicada este verano en España. El que toda la historia se centrara en la redacción de un periódico y en la vida de varios personajes me resultaba, de entrada, innegablemente atractiva. Cuando tuve el libro entre mis manos por primera vez hace unos meses en una librería, las buenas vibraciones aumentaron. La portada resultó ser sencilla y sugerente: muestra la fotografía de un fardo de diarios atados con hilo de algodón y el título del libro y el nombre del autor aparecen impresos en relieve, lo cual hace que, inevitablemente, pases las manos sobre ellos una y otra vez como si fueras un ciego leyendo en braille.

Entonces comprobé que el breve texto de la solapa también cumplía su objetivo: tenía gancho, generaba expectativa. Mediante trazos generales, ofrecía una muestra de la variada fauna de personajes que pueblan la novela y sus circunstancias. Pero el hecho de que llegara acompañada de tantos elogios de la prensa anglosajona, que ha puesto el debut de Rachman por las nubes, me cortaba un poco el entusiasmo. Ya me pasó otras veces con algunos libros (me acuerdo, sobre todo, de “Absurdistán”) que los vendían como la repanocha y luego apenas si resultaban ser historias que pasaban por un uno sin dejar poso alguno, cuando no insatisfacción por no cumplir con lo insinuado.

Así anduve este tiempo, pensando en si debía comprarlo o no. Para quien alguna vez se ha dedicado al periodismo o a algo parecido, las historias referidas a este mundillo siempre tienen un interés añadido. Al final, vencí al cocodrilo y lo compré. Y desde luego que no me arrepiento de haberlo hecho. Hace mucho que no tenía esa hermosa sensación de estar tan enganchado con un libro, con no querer dejarlo, con leer hasta que te arden los ojos dejando pasar despreocupadamente las horas. Me lo terminé en dos días, aunque tranquilamente podría haberlo hecho en uno.

El libro está muy bien estructurado. El autor presenta en capítulos independientes pero que están entrelazados o conectados de alguna manera, la historia de distintos personajes del periódico a lo largo de cincuenta años: las narraciones transcurren desde el momento de la fundación del diario en la Roma de mediados del siglo pasado, al mundo más actual en el que Internet se presenta como la gran amenaza para la prensa tradicional.

Aunque diferente, recuerda en mucho a “Noticia bomba”, de Evelyn Waugh, uno de los clásicos de la literatura ambientada en el mundo del perdiodismo. Pero vale la pena destacar que así como para disfrutar de “El corazón de las tinieblas” (Joseph Conrad) no hace falta adentrarse previamente en las profundidades de la selva del Congo belga, tampoco es necesario estar ligado al mundo del periodismo para disfrutar de “Los imperfeccionistas”.

Se trata de un libro divertido en cierta forma, irónico y con algunas reflexiones más profundas de lo que se pueda pensar en un principio por el tono general del relato. Y si bien es verdad que las carcajadas no faltan, la sensación mayor que embargará al lector será la de melancolía. Por el devenir del periódico, por esa sensación creciente e inevitable de final del juego que se intuye y se va acelerando a medida que pasan las páginas y, sobre todo, por las vidas de cada uno de los personajes que Rachman nos muestra. Justamente en esto, en la creación de personajes tan particulares y tan bien definidos, el autor muestra tener un talento remarcable. En ningún momento lo que ofrece son caricaturas, por más patéticos que nos puedan resultar algunos de sus personajes.

Rachamn consigue generar un fuerte empatía en el lector; consigue que comprendamos a los personajes y sus circunstancias. Al final, uno no puede evitar tomar partido, decidir si tal o cual protagonista le cae bien, mal o regular. De manera inevitable uno termina sintiendo lástima, condescendencia o pena, cuando no plena identificación, por los personajes que desfilan delante de nuestros ojos.

Mientras va contando las distintas historias, a través de sus personajes Rachman va lanzando algunas observaciones sobre la prensa y la vida en general. Como en esa parte en la que habla del veterano corresponsal del periódico en París, caído en desgracia, del que dice que “conoce bien su oficio: todo se expresa en términos de posibilidades, propuestas, globos lanzados al aire. Todas las fuentes inventadas desean «permanecer en el anonimato» o son «altos cargos próximos a...»”.

O cuando se refiere, de pasada, a una chica de vida disoluta que “era capaz de acostarse con cualquier borracho de la calle y con la mayoría de ellos ya lo había hecho”. O cuando describe esa escena, tan común en cualquier bar, en la que recuerda que “cuando la chica rosada y rechoncha llama con la mano al camarero, éste no la ve; cuando la de busto lleno le hace una señal con la cabeza, acude como un rayo”.

O bien las que se incluyen en el relato de Arthur Gopal, el apático redactor de necrológicas que confiesa que “yo nunca tuve vocación de periodista. Yo sólo quería un sillón cómodo”. El mismo cuya mesa de trabajo, nos cuenta el narrador, “estaba antes junto al dispensador de agua fría, pero los jefes se cansaron de tener que charlar con él cada vez que tenían sed” y por ello lo terminaron desplazando a un rincón junto al armario de los bolígrafos.

Sobre el final, Rachman se permite una definición bastante acertada de lo que es un periódico: “ese informe diario de la estupidez y la brillantez de la especie”. No hay más que ver cualquier diario (en papel o en digital) para comprobar que esto es así. Aunque lamentablemente cada vez se le da más espacio a las estupideces que cometemos los humanos en lugar de resaltar las brillanteces.

En definitiva, que el libro bien vale los 17 euros que cuesta. No es mucho para un libro que uno sabe que lo va a guardar y al que volverá una y otra vez.

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2 comentarios:

  1. Buenas, hace cuánto no pasaba por acá a dejar alguna opinión.
    Esperaré ansioso el día que en la tapa de algún libro vea un L.F.L. abajo. ;)
    Quizá sea el único libro que compre. Jeje.
    Saludos desde la bella Corrientes.
    Fede.

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  2. Qué buena pinta tiene! tienes razón con eso del interés añadido. Cuando veo una peli por la noche la única forma d eno quedarme dormida es que en la trama haya algún periodista. es infalible! voy a pedir que me lo regale alguien, gracias por la sugerencia!
    Rocío (la de Naif)

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