23 de noviembre de 2009

España-Argentina: de talento y conitos


La Pulga lo grita. Messi festeja el gol del empate transitorio.
Increíblemente, en Argentina el rosarino es siempre un hombre
bajo sospecha.



Iniesta sobre patines. Así juega el del Barça, deslizándose,
siempre rodeado de contrarios. Demichelis todavía no llega con

la guadaña e Iniesta ya descargó el balón y se está saliendo de
la zona. Gago, como siempre, la mira desde fuera.



Así como en el barrio el que tenía los botines y las medias Adidas no era el que mejor jugaba, ni el arquero que tenía guantes Reusch era el que mejor atajaba, hacer el calentamiento previo a un partido ejercitándose en un espacio delimitado con conitos de plástico tampoco asegura la victoria. Pero hay veces en que puede decirse que la anticipa o la presagia. O, al menos, da indicios que permiten hacer conjeturas sobre el estado y concentración de un equipo y los de su rival.

El sábado 14 de noviembre se enfrentaron las selecciones de España y Argentina en el estadio Vicente Calderón (victoria 2-1 para los locales). Y puede decirse que esa noche los españoles empezaron a ganar el partido desde que saltaron al terreno de juego para hacer movimientos de calentamiento. Media hora antes del inicio del partido, todos los jugadores del plantel español salieron al césped a calentar. Junto a un lateral se quedaron los suplentes, mientras que los que serían titulares se dirigieron al otro acompañados del preparador físico, que minutos antes había dispuesto en esa zona, con la ayuda de un colaborador, una serie de conitos muy chatos y de color rojo repartidos espaciadamente. Los futbolistas llegaron y comenzaron de manera automática una serie de ejercicios (saltos, carreras a distintas intensidades, eslaloms) bajo la atenta mirada del preparador. Al mismo tiempo, Casillas y Pepe Reina se ejercitaban con el preparador de arqueros.

Después de las carreras y los saltos, los jugadores pasaron a los ejercicios con pelota. Se pasaron varios minutos tocando el balón a no más de dos toques por jugador (lo que en España se llama hacer un rondo y en Argentina hacer un loco). Recién en ese momento, cuando los españoles ya llevaban 10 minutos calentando, se asomaron por el túnel los jugadores argentinos. Con una mezcla de parsimonia y displicencia, hicieron elongaciones y algunas carreras de baja intensidad y se volvieron al vestuario sin tocar siquiera la pelota.

Las consecuencias se vieron luego en el partido: España se adueñó del balón, lo controló en todo momento y, sobre todo, supo cómo jugarlo: a un toque, con velocidad y precisión, con los jugadores mimando el cuero y tirando paredes y desmarques todo el tiempo. Por el contrario, los argentinos se dedicaron a la pierna fuerte, se replegaron en su campo y cada vez que les caía la pelota, no sabían qué hacer con ella. Las explicaciones a las diferencias en el trato del balón son muy sencillas: en España los encargados de dirigir el juego eran Xavi y Xabi Alonso, que se combinaban constantemente con Busquets, Iniesta y Silva. En Argentina, el balón lo jugaban principalmente Heinze y Demichelis y el conductor era, se supone, Gago (¡horror de jugadores!).


Recientemente, y a propósito de las sorprendentes y excesivas críticas que recibe Messi en Argentina cada vez que juega con la selección, un columnista del periódico La Vanguardia escribió: "Las críticas a Messi demuestran que en la última década los argentinos no solo han perdido poder adquisitivo sino también buen gusto fubolístico". Ese apunte dice mucho de cómo se entiende el fútbol (y a los futbolistas) en la Argentina de hoy en día.








A la Argentina de Maradona no le quita el sueño ser la dominadora de sus encuentros, pero tampoco se anima a salir del armario y asumir su lado italiano, su identidad de equipo defensivo y contragolpeador






Si Argentina aspira a ser dominador en los partidos que juega, debe entender que para conseguirlo debe tener la pelota y saber qué hacer con ella. Pero la pregunta que surge es: ¿Quiere verdaderamente eso la selección de Maradona? Por lo que se vio desde que asumió hace más de un año, Argentina apuesta por replegarse en su campo cerca del arquero, volviéndose un equipo áspero que prefiere jugar al contragolpe. Es una opción poco agradable estéticamente y que no hace justicia al buen fútbol que supuestamente prefiere la mayor parte de los argentinos. Aún así, no deja de ser una opción tan válida como otras. El tema es que Argentina tampoco parece hacerse cargo plenamente de esta identidad de equipo defensivo y contragolpeador.

El resultado es un equipo indefinido, que no quiere asumir el protagonismo de los partidos (aunque la gente y la historia se lo piden) pero que tampoco se anima a salir del armario y significarse por entero en su versión “italiana” o bilardista.

En definitiva, es un conjunto sin ideas, indeciso, que no sabe qué hacer en la cancha y, a poco que lo superan, empieza a repartir leña, a protestarle al árbitro por cualquier cosa y a tejer conspiraciones trasladando la culpa a terceros (“Que la sigan mamando los anti-argentinos”, dijo este; “Vos sos contra mía”, dijo el anterior).


UNA CUESTIÓN DE TALENTO

La diferencia principal que existe entre las selecciones de España y Argentina es el bagaje, la cantidad de talento con el que cuentan una y otra. En España, hasta los defensores la sacan jugando y tienen un más que aceptable control de la pelota. El mediocentro debe ser, sin exagerar, el mejor del mundo. Y su delantera no desmerece. En Argentina, exceptuando Messi, los jugadores más dotados para manejar el cuero y los tempos del partido, y que tienen mayor capacidad de desequilibrio, estaban en el banco de los suplentes: Aimar y Perotti.

Del resto de convocados, la gran mayoría son jugadores mediocres, grises (Maxi Rodríguez, Ansaldi, Lavezzi, Coloccini), alguno con talento pero que no acaba de explotar (el Kun Agüero) y otros que garantizan entrega aunque sería deseable que también aportaran algo de fútbol (Tévez).

Y en esto, lógicamente, tienen que ver los seleccionadores. Si España juega como juega y cuenta con los jugadores con los que cuenta, es porque el seleccionador convoca a esos jugadores y no a otros con características distintas. La Roja se pasó varios años a la deriva, con una enorme confusión identitaria: no sabía si quería ser toro o torero. Después de mucho experimentar, decidió ser torero. Argentina, en cambio, parece la España de años atrás. No apuesta por jugadores de buen pie, que sepan manejar la pelota. Al menos, no se seleccionan a muchos con esas características.

Son dos maneras radicalmente diferentes de entender el fútbol.

Ahora, ¿significa esto que con jugadores con los pies cuadrados no se puede hacer un equipo ganador? En absoluto. Hay muchísimos ejemplos de equipos ultradefensivos que han ganado los títulos más importantes. La Argentina de Bilardo que ganó el Mundial del ’86 y fue subcampeona en el ’90, fue de lo más mediocre que se recuerde. Salvo Maradona, el resto eran jugadores de normalito para abajo (Passarella no jugó en México y del resto solo Valdano y Caniggia destacaron –y tampoco demasiado- en Europa). La Grecia que ganó la Eurocopa del 2004 o la Italia que se llevó el Mundial de 2006 son claros ejemplos de que se pueden armar equipos sólidos, muy difíciles de derrotar y que hasta pueden resultar ganadores (y mortalmente aburridos, a no olvidar).

Pero si me tengo que sentar delante de la tele, o comprar una entrada para ir al estadio, prefiero equipos que jueguen como España, equipos que quieren ser protagonistas y que salen a buscar la victoria sin especular y sin que le importe el rival que tienen enfrente. Equipos como el Barcelona de Pep Guardiola, como los que dirige el Loco Bielsa, o como aquel maravilloso São Paulo de Telé Santana.

Sinceramente, no creo que esta selección argentina termine apostando por el fútbol de toque y buen juego (el tiki taka español). A menos que se le ocurra a Maradona poner en la cancha a Messi, Aimar y Perotti y alguno más, y les de libertad total para divertirse. Recién ahí, tal vez, los hinchas de la selección también nos podamos volver a divertir.


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PD: del partido España-Argentina no quiero comentar mucho, salvo que nos dieron un repaso y un baile que pudo ser mayor si no hubieran levantado el pie del acelerador. Al no haber sido un partido por puntos, puede tener su lado bueno: aprender de cómo juegan y copiarles. O al menos, aprender a cómo pararlos por si nos toca jugar con ellos en el mundial.

Y de gran parte de los hinchas argentinos, poco por decir: provocaron vergüenza ajena con su conducta; faltando el respeto a la gente, no hicieron más que reforzar los prejuicios negativos que algunos puedan tener contra los argentinos. Y eso que no había barrabravas “oficiales” como sí habrá en Sudáfrica, auspiciados por el Gobierno K (la “ONG” Hinchadas Unidas Argentinas la conduce un “dirigente” kirchnerista de Quilmes que está recaudando fondos para el viaje. Como se trata de Argentina, sabemos que esos fondos serán cubiertos por el gobierno. Es decir, dinero de todos los argentinos será entregado a esta gente. Por lo tanto, seguiremos exportando la mejor cultura del país. Nada raro, si consideramos que los iluminados de este mismo gobierno eligieron a Perón, Evita y Maradona como emblemas para representar la cultura argentina ¡en la Feria del Libro de Frankfurt del año que viene! (click aquí para más info) Por lo visto, el país sigue desarrollando ese concepto tan sui generis de reparto de la riqueza y de la igualdad de oportunidades: fútbol gratis -bancado con dinero del Estado- y turismo de lujo para barrabravas amigos. Mientas Obama y el propio Lula apuestan por las energías renovables y la economía del conocimiento, en Argentina se le da cada vez más dinero y poder a sindicalistas como Hugo Moyano y se consolidan las prácticas clientelistas).